Poema: A BERTA de Salvador Díaz Mirón

mujer hecha de flores y mariposas
Ya que eres grata como el cariño
ya que eres bella como el querub,
ya que eres blanca como el armiño,
¡sé siempre ingenua, sé siempre tú!

El torpe engaño que el vicio fragua
nunca se aviene con la virtud.
¡Sé transparente como es el agua,
como es el aire, como es la luz

Que tu palabra -dulce armonía
que tu alma exhala como un laúd,
como una alondra que anuncia el día
presa en la sombra que flota aún-

sea un arroyo sereno y puro
do, al inclinarme como un saúz,
mire las guijas del fondo oscuro
y las estrellas del cielo azul.



Poema: A BLANCA de Salvador Díaz Mirón

belleza de mujer
¡Tu belleza mirífica no asoma
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que llega del jardín cual un aroma,
pero cual un aroma que cantara!

¡Endulzas con tu acento un mar de acíbar
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que viene de un amor, cual un almíbar,
pero cual un almíbar que cantara!

Poema: A DÉLTIMA de Salvador Díaz Mirón

rostro de mujer
Vuelve a mí la odorífera corola
y acoge la oblación de mis gorjeos,
¡oh tú, la rosa mística, la sola
flor viva del jardín de mis deseos!

Tu esencia, en que mi anhelo se sacia,
es tu cáliz nítido, que adoro,
gota de miel en ánfora de gracia,
grano de mirra en incensario de oro.

A ti van los suspiros y las quejas
del nostálgico mal que me consume.
Las ansias de mi afán son las abejas
y tú eres la dulzura y el perfume.

Mas estas notas que mi angustia exhala
son las últimas ¡ay! que habré de darte…
Son los batidos lúgubres del ala
de la ilusión que se despide y parte.

¡Mujer, entre mi afecto y tu cariño
hay un abismo que mi orgullo ensancha,
y sé que tu virtud es un armiño
que no consiente ni soporta mancha!

¡Altivez infernal! ¡Deber penoso!
¡Escollos de dolor en nuestra vía…!
¡Yo no puedo sin mengua ser tu esposo
y tú no puedes con honor ser mía!

¡Oh memoria… gloriosa infortunada,
llévame hacia el edén que mi alma quiso!
¡Oh mi pobre pasión… Eva enlutada,
toma con el recuerdo al paraíso!

¡Anda! ¡Riega y evoca con tu llanto
tus agostadas primaveras puras,
ángel apocalíptico en el santo
valle de Josafat de las venturas!

¡Después… oh triste mártir que palpitas
de nuevo bajo el paño de la muerte!
¡Noble Cristo interior que resucitas,
huye del cautiverio de la suerte!

¡Rocío abrasador, quema mis ojos!
¡Lluvia de tempestad, inunda el suelo!
¡Plegaria funeral, ponte de hinojos!
¡Volcán, arroja tu erupción al cielo!

¡Oh, mi amor…! ¡Sal del féretro en que yaces!
¡Brota del corazón que has hecho trizas!
¡Sube a Dios, fénix ígneo que renaces
cantando de tus mágicas cenizas!

Poema: A ELLA de Salvador Díaz Mirón

Semejas esculpida en el más fino
hielo de cumbre sonrojado al beso
del sol, y tienes ánimo travieso,
y eres embriagadora como el vino.

Y mientras: no imitaste al peregrino
que cruza un monte de penoso acceso,
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Obrando tú como rapaz avieso,
correspondiste con la trampa del trino,
por ver mi pluma y torturarme preso.

No así al viandante que se vuelve a un pino
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Poema: A GLORIA de Salvador Díaz Mirón

No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira el suelo;
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas.
«El ave canta aunque la rama cruja,
como que sabe lo que son sus alas».

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan… ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
vivo, se hunde; pero muerto, ¡flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;
y al lirio de la margen: ¡embalsama!

¡Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.